Escultor y Pintor que destaca por un riguroso tratamiento de la materia.
Siempre le acompaña una libreta y un lápiz, siente la imperiosa necesidad de pintar todo lo que le emociona y que percibe a través de los sentidos. Los que lo conocemos bien sabemos que todo empezó con su Premio Nacional de Dibujo en el Colegio, eso lo animó a dar rienda suelta a su creatividad y esta le sigue acompañando en cada una de las facetas personales y profesionales de su vida.
Si tiene un segundo libre es raro no verlo trazando sus pensamientos en el papel, cada escultura, plumilla o libro empieza en ese preciso momento.
En esta pasión le acompaña su hijo Jaime que tras su paso por la Escuela de Arte Maestro Mateo y nutrirse de diferentes técnicas, es el responsable de la exposición permanente en el Parador Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela.
Para hablar del estilo y la técnica de Cándido nadie mejor que Carlos L. Bernárdez como historiador, comisario y crítico de arte
Es la obra de un artista que destaca por su fidelidad a la tradición plástica grecorromana, con un estilo basado en un riguroso tratamiento de la materia, dominado en su caso por el uso del bronce, la piedra serpentina y la madera, todo fruto de una elección bien meditada.
El escultor, conocido por ser autor de importantes esculturas urbanas en diferentes ciudades gallegas y fuera de nuestras fronteras. Desarrolló su sensibilidad en la contemplación y análisis de la escultura antigua, concretamente la griega. El esfuerzo de este proceso de asimilación es perceptible en sus bronces en los que se manifiesta la inspiración clásica, con un genuino fervor por el análisis corporal que acaba plasmado en piezas en las que nada sobra y en las que todo contribuye al efecto de conjunto, con un vigoroso análisis de movimiento.
Cándido Pazos trabaja en una escultura que parte de un respeto reverencial por la materia y el oficio, que pretende siempre ir aprendiendo de la lección permanente de obras como el Partenón y de la constante observación de la figura humana y animal, los pliegues de ropa y el severo lino griego trazado hace más de dos mil años, sin que ello implique no incorporar la sensibilidad de la modernidad, véase la fragmentación y el vacío de sus piezas.
De estas líneas emergen formas más personales. La obra del escultor gallego destaca por utilizar la figura de una manera tradicional y novedosa. Cándido Pazos se enfrenta al legado antiguo, con el cuerpo como elemento central, apareciendo más como área que como objeto, más como proceso que como cosa.
Como si lo que le interesara al artista no fuera la imagen en sí sino ese territorio para explorar lo que hay al otro lado de la piel.
El aspecto más interesante de su escultura es, sobre todo, el que evita los formatos simbólicos, incluso en los monumentales, centrándose en la capacidad testigo del arte, ese trozo del mundo material en el que se inserta la consciencia, en el cuerpo.
Su obra parte siempre de la idea de un cuerpo en un momento determinado y en una posición concreta. El molde es en él decisivo como punto de partida con algo mágico o misterioso, el escultor en realidad representa, toma algo que ya existe y encuentra la manera de abrirlo, tratando de encontrar una cosa paralela perfecta que nos permita revisar lo que imaginamos que estamos viendo.
La obra de Cándido Pazos tiene mucho de instrumental, profesional en el más alto sentido de la palabra. El cuerpo es el instrumento principal a través del cual experimentamos el mundo y a través del cual se nos devuelve todo lo que tenemos que expresar. Así que el cuerpo es un instrumento subjetivo, pero también, en cierto sentido, un ejemplo de la condición humana colectiva.
Pero Cándido Pazos no pretende narrar, lo que le interesa es construir. Sus anguilas responden linealmente a la trayectoria de la escultura occidental, a su deseo de producir momentos en bronce o en piedra, momentos congelados, pero nunca rígidos o fríos. Hay un proceso de concentración en los cuerpos esculpidos, con costillas que comienzan a desintegrarse en fecundas tensiones, que el artista complementa con un acabado y un fragmentarismo arqueológico que carga las piezas de un tono nostálgico, con cierto recuerdo de deseo intacto, como si las propias tensiones estuviesen en el límite, siempre abismal, de nuestra percepción.
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De igual manera que no se puede conocer a una persona por una única vivencia concreta, tampoco su obra, por eso nos encantaría que descubriesen cuáles son las pasiones de Cándido Pazos y como han marcado su trayectoria.